viernes, 10 de noviembre de 2006

A menudo, como siempre...

A menudo, me pregunto cuántas historias te dejaste por contarme, mujer de ojos inquietantes. Cuántas tardes de invierno me perdí a la orilla de tu cálido fuego. Tras tu puerta cerrada se quedaron bellos pasajes de mi niñez, mi adolescencia y juventud; siempre rodeada de sabios consejos y sosiego familiar. De tradiciones gastronómicas y festivas que repicaban casi todos los veranos y todas las Navidades en tus ventanas con rejas de antiguo hierro forjado.

Tu ausencia se vuelve ténue en cada recuerdo que llega en tu nombre, pues fueron tus manos secas y cansadas las que antaño surgieron tersas y fuertes para labrar parte de nuestro presente. Rememorar tu lucha a través de los años... nos hace sentirte cerca, velando por nosotros; como siempre.

martes, 20 de junio de 2006

Aletargada

¿Será el calor? No sé. Estoy en fase de aletargamiento, si es que el término existe; y si no pues ya está inventado. A lo mejor es que me estoy buscando a mí misma en una especie de mirada de reojo introspectiva, donde no es que pretenda mirar demasiado, por lo visto (...)

jueves, 1 de junio de 2006

Veredictos

Hoy nacerá una canción, si es que puedo plasmar así cuan poco dueños somos de nosotros mismos si nuestro destino se anuncia en el veredicto de otros. Y qué necesaria es esa certeza, que aunque de desolador desenlace, buscamos con ansia día y noche, incluso a través de nuestros sueños. Y así, formulamos preguntas sin respuesta y a su vez, respondemos con absurdas deducciones de desamparadas naturalezas... llenando vacíos, secando llantos, riendo penas.

Hoy es un día de gratos veredictos, que parece discernir de la húmeda lluvia que acecha ahí afuera. Parece una tarde triste y desconsolada; pero no lo es en absoluto. No, al menos a este lado de mi alma; donde cobran fuerza el ser, el sentir y el latir de las “cosas” importantes que mueven y promueven la complicada maquinaria de la vida que, afortunadamente, nos va tocando vivir.

jueves, 25 de mayo de 2006

Mis inquietos almamundos

foto: astromía

Se queman mis almamundos. Arden en deseos de crecer y expandirse; como un big bang de sentimientos desmenuzados en interminable espacio-tiempo. Como un todo en la nada viajo en mil pedazos, de adentro a fuera, a toda velocidad.

Voy más allá del universo paralelo conocido, atravesando otros almamundos, cruzando océanos de fuego y partículas sólidas. Otras, de gaseosas y luminiscentes formas, puedo desgarrarlas en este vuelo desenfrenado. Y en mi deseo inocuo de intercambiar energías… las hago mías cual nebulosa hambrienta.

Jamás me retraigo, ni siquiera miro atrás en mi afán de expansión. Trozos de mí quedan pegados a otros almamundos en el intento de continuar mi vuelo y pierdo fuerza; luz, ímpetu. Y así, como fundidos, mis retales se aferran a otros “yo” que también surcan este paisaje despedazados. Y repartidos casi en infinitos micro-estelares cuerpos... colisionamos una y otra vez, como primitivas galaxias recién nacidas; para volver a explotar algún día como brillantes y pletóricas supernovas.

miércoles, 3 de mayo de 2006

nuestra pacífica lucha compartida

Hoy volví a saber de ti. Hoy quisiera volver a verte. Quisiera darte un gran abrazo y charlar durante horas de nada y de todo. Cantarme algo contigo, al unísono, a dos voces, aunque fuera en disonante discordia armónica… y reírnos de la vida. Dar una tregua a nuestras labores de mortales soñadoras para inmortalizar nuestros sueños a golpe de poema cantado y extraños acordes casi inventados; de esos tuyos, de esos míos. Hoy volaría a tu encuentro sin pensármelo y compartiría mis alas contigo, si hiciera falta.

P.D.: tu lucha es la mía, la mía tuya... como bien dices.

jueves, 27 de abril de 2006

No se planea...

No se planea un amanecer; ni su sol certeramente sobre el horizonte, ni que su calor nos aporte luz también. No se espera su brisa si frente al mar nos aguarda, que simplemente nos llega, nos envuelve sin más y nos obliga a rozarla.

No se planea la lluvia, ni sus gotas perfectas; ni su debilidad, ni su palidez, ni su abrumante fuerza… Ni su imperante y sutil belleza ante determinadas formas de nuestra percepción de sensibilidad primaria.

No se planea un abrazo, ni un beso dado; que a saber de dónde vienen sus delicados, suculentos y adorados trazos. Misterioso apartado del ser dotado de vida, que va buscando su huída casi siempre acompañado de quien sepa dar… no todo, sino sólo lo que su fe de amar posea a buen recaudo.

No se planea una amistad duradera, que ella sólo espera seguir volando con las alas que le demos. Que no hay normas, ni huellas de paso firme al respecto… Cada una única es en reflejo e imagen, sin parecidos que empañen su impune sentido.

No se planea una noche de pasión apasionada en decisión. Ni siquiera una canción, ni un poema al alma abierto; que nos empapa de dudas y nos rompe el corazón al primer verso de cambio. No advertimos el agravio de un desconcierto nacido al alba, sin más consuelo que una mañana en calma.

No se planea el perder la cordura, ni el amarrarla siquiera. Ella no elige andadura, y… a saber qué sendas marca para poder retomarla.

No se planea una vida perfecta; que es “perfecto” perfectamente un término poco predecible; que con disfraz apacible y esperanzas vanas nos roba a menudo preciosas horas de luz espontánea.

No, no se planean la dicha ni la desdicha humana. Vienen solas, a veces… marchándose acompañadas.

martes, 4 de abril de 2006

Un cielo entero

foto: E.G.

Un cielo entero, al alcance de mi mano difusa y desdibujada. Que trae brumas y sueños colgados de nubes negras, que se disipan flotando; tan dueñas de todo, tan dueñas de nada. Paraíso de colores y abismo de incertidumbres; siempre de deseos protector y guardián de anhelos intocables que esperan ser encontrados, temerosos de perecer en la próxima tormenta.

Inmenso, requerido. Omnipresente, insistente en razones para seguir dejándose proteger a su amparo; viviendo bajo su única ley, que no es otra que la de existir siendo y sintiendo antes de partir hacia destinos seguramente, no del todo diferentes de su bello y alentador paisaje.

Estiro mis dedos y creo tocarlo. Casi como si llegara a tenerlo y en la plegaría de mi insistencia pudiera después retenerlo. Cierro el puño, de nuevo sin alcanzarlo, dándome cuenta de que nunca nada se tiene del todo, ni siquiera aquello que la naturaleza nos brinda y nos ofrece como necesario. Ni siquiera aquello que, de alma en alma, vida tras vida vamos buscando. Y curiosamente, no se encuentra lo buscado, sino lo que nos ofrece la encrucijada de caminos del destino caprichoso; a veces deseoso de darnos esquinazo en nuestro empeño de lógica y cuidadoso entendimiento planeado.

CIELO. Desconocido adorado. Tu inmensidad sobre mí; tu luz, si tardía me alumbra; tu llanto, temo. Tu noche, entre suspiros espero. En tu día creo, en tu sol sereno. Tu PRESENCIA ruego en mi, espero bienaventurado, paso de tiempo. Que ni rápido, ni demasiado lento; de alguna forma de tu regazo quiero beberlo. Saciarme jamás debiera de tus horas venideras; de tus atardeceres de vida llenos. Esperan mis inciertas ansias de nada y de todo ante ti, contemplando tus apaciguantes recodos; eternamente salvajes, pero siempre templada y serenamente civilizados.

En ocasiones... siento que es tu calma la que me abruma sutilmente en mis vislumbrantes sueños de sencillos y ocultos significados; cuando me duermo al abrigo de las suculentas formas de tus apetecibles algodones de azúcar, que me abrigan aún estando tan lejos y arropan mi desalentado aliento. Son tus mañanas y noches mías; las mías tuyas. Y entre certezas de absolutismos de políticas poco mundanas, saboreo tus tardes cálidas de brisas mansas, que tanto me inspiran, que tanto me dicen si callan labrando mis esperanzas de esperas mudas. (...)

E.G. - P.D.: Un escrito latente, viviente; como el propio cielo. Que crece casi como la llegada al punto de lo absurdo, que se aviva con cada palabra susurrada de cerca o de lejos... en mis oídos o en mis desconcertantes adentros. Que como el cosmos, viven en constante evolución, sin toma de decisión... simplemente creciendo.

miércoles, 15 de marzo de 2006

Felicidad de plástico

Felicidad de plástico. Noches en vela y días de sueño. Velas de noche y sueños de día. Canciones de amor olvidadas y amor olvidado en canciones. Intranquilidad dormida y soñolienta verdad despierta, de ofensivas maneras y sinceras formas.
Felicidad de plástico. Como juguete olvidado entre tanto recuerdo, que polvoriento, nos quita tiempo. Caótica monotonía de vulgaridad mundana, que satura nuestras almas de espacios vacíos y excesiva calma. Muchedumbre de quehaceres meramente importantes, entre lo conseguido y lo que nos queda en la palabra.
Felicidad de plástico. Como soledad forjada… en brazos de alguien. Intransigencia de gestos. Tacto de pieles familiarmente extrañas, que se alejan y se añoran en la abundancia. Dolor que deja de doler doliendo. Llantos que secan solos… y risas que duermen al amparo del mañana.
Felicidad de plástico. Silencio y quietud. Seriedad e indiferencia. Obligación y cansancio. Búsqueda y pérdida en plegarias de insistencia. Como "correr despacio" por campos de necesidad serena. Y el tiempo pasa, pasando el tiempo... como si nada, como si nada fuera.

domingo, 12 de marzo de 2006

Dos años

Hoy hace dos años que recibí tu llamada alentadora, anunciándote como afortunada prófuga de la siempre impensable barbarie humana. Tu voz entrecortada, temblorosa ante la incertidumbre del desconsuelo más atroz. Temerosa y huida de la nada y del todo. Golpe de paz y sosiego fueron para mí tus palabras entre la innombrable desdicha… esta vez no tan ajena. Inmensa tristeza entre la paradójica y magnífica alegría de “saberte bien”, respirando entre irrespirables aires de infernales motivos al otro lado del cercano horizonte.
Hoy sigo dando dolorosas, sufridas, sentidas, amadas y siempre respetuosas gracias, como las di entonces.

domingo, 26 de febrero de 2006

De mar y sueños

Hoy te soñé, tan risueño y rebelde como siempre. Reconozco que hace un tiempo que te evito, y es que ni el recuerdo más alentador ofrece darme cobijo y arrebatar causa y motivo de mi desconsuelo. Temo el recreo en el tiempo, porque tan poco fue el que te dediqué… que resiento lo que siento no haber sentido a tu lado. Las palabras no pronunciadas, la mano no tendida, la atención jamás prestada, los abrazos nunca dados… son ahora injustos jueces de mi conciencia; que aunque tranquila y serena, marcada por tu ausencia se rasga la envoltura de una paciente, sencilla e incluso, vulgar apariencia que… cree saber qué hacer, decir y sentir a ciencia cierta.

Juegos, sol, niñez, playa, fugaz adolescencia. Vieja juventud vivida, de cordura tal vez tardía. Norte perdido sin el sur como guía. Faro de luz fundida, de barco sin velas, ni ruta, ni partida siquiera. Nómada solitario, que a todas horas abres en el mar estría. Es tu viaje ahora otra constante, empeñada… y ya eterna huída. Tú timoneas, como estratega buscador sorteando turbulencias, esta vez lejos de los amarres que antaño te distraían de tus amadas carencias. ¡Ay, Soñador, que sigues soñando que sueñas, colándote en mis esferas de sosiego y mundana advertencia!

¿Sabes? Te quise, te quiero. ¿Qué más me guardé en mi retablo de egoísmo y desatino pasajero? Dime, cuenta, habla, contempla… muestra respuesta, que la requieren mis terrenales maneras. Abre esta noche la puerta y cuando llegues reposa la travesía, que pienso repicar al verte palmas de alegría. Te miraré de frente, dulce y tranquilamente; que ya nada te escondo, no puedo, no quiero... jamás pretendí hacerlo. A cambio, mi súplica: manda la paz que te sobra, que de sobra sabes que falta y se añora. Tu recompensa: risas en tu memoria. Amor como escapatoria a tanto verso llorado, soneto incierto… a menudo dolorido por tu desconcertante y repentino silencio.

sábado, 25 de febrero de 2006

Transparente

Tú, que estás leyendo. Tal vez esperas uno de mis escritos. Esperas que vuelva a mostrarme. Que mi mente se desplace hacia la tuya y te cuente lo incontable. No puedo, ya me conoces. Soy transparente; así... como soy, simplemente. No hay trasfondo. Clara y certera, como la noche que me espera. Hasta que mañana amanezca... seré la misma de ayer. No quiero ni puedo guardarme nada, que de nada me sirve si tú no lo saboreas. Te regalo lo que soy, y es que no soy nada sin nadie a la espera. Necesito de tod@s, incluso de ti, para darme y mostrarme. Gracias, me reaviva y reconforta tu sigilosa exigencia, llena de rincones inexplorables, al menos para mí. Me hace pensar en lo que no tengo, y en TODO lo que poseo. Es mucho, más de lo que esperaba en este ir y venir de dulce inconsciencia. Debe ser esta la riqueza de la cual hablan los pobres... ¡Qué rica pobreza la mía!

viernes, 3 de febrero de 2006

Perdí el tren...

Hoy perdí el tren. No, no es de nuevo este escrito ninguna perturbación poética de mi estado de consciencia. Simplemente es que se me escapó el cercanías esta mañana. Me lo tomé a risa :o)) Pues nada, miré y observé con mis ojos de vampira energética, que medio soñolientos y medio avispados… intentaban resurgir de entre la monotonía del ir y venir de la estación del norte.

Estudiantes y currantes; buscavidas con mochila; algún pobre "sin papeles" medio perdido; ancianos que piden compañía y conversan entre sí leyendo periódicos gratuitos. Compra, venta; mala publicidad repetitiva; algún despistado o desafiante de la ley antitabaco. Y… a la misma hora, gente trajeada perteneciente a extrañas sociedades que ofrecen regalo con trampa… ¿¡Eyyssssss, quienes son estos!?

Me siento pasivamente, me relajo y sigo observando a la gente que viaja. Unas personas van y vienen en un, relativamente corto trayecto, sumándose así al paisaje diario. Otras llegan de lejos, desembarcando solas, pensativas y calladas. Con sus equipajes a cuestas, como tirando de sus conciencias absortas de nada en concreto. Algunas llegan ansiosas de fundirse en interminables abrazos. Sonrisas, llantos… más abrazos. Besos, preguntas, guiños… gestos felices: “Gracias por venir, te eché de menos…” . - Es cierto: qué bonito, oye. -

De repente me he visto volviendo atrás en el tiempo y en la distancia. Con ganas de dar esos abrazos a cierta gente. Gente lejana, quién sabe por cuánto tiempo más. Gente amada, tan querida… Con la que tan poco hablo y a la que tanto necesito. Gente a la que no olvido. Gente por y para la cual escribo en ocasiones, reflexiva y siempre afectivamente. Gente que sigue siendo mi gente, a pesar de todo.

He rememorado también las veces que, desde un hipotético andén, "dejé escapar" a seres queridos que escogieron trayectos y destinos distintos al mío. Pero aunque nuestras miradas aún se crucen de vez en cuando desde cada una de las ventanillas de nuestros respectivos vagones y la distancia sea más sentimental que física… sigo buscándoles en mi motivada intención regresiva de recuperar de alguna forma lo perdido.

Sí, hoy me di cuenta de que… llevo perdiendo el tren demasiado tiempo. Y aunque algunos prefieran viajar siempre en primera, yo me conformo con ir disfrutando este viaje con aquell@s que, aunque no puedan compartir destino conmigo, saboreen junto a mí el trayecto momentáneo que la vida nos brinde al unísono. Siempre apasionadamente y sin pagar billete.

jueves, 2 de febrero de 2006

Te marchas, enero...

Ya te marchas, enero. Pionero noticiario de las alegrías y tristezas que me vendrá mandando el destino para el resto de este calendario. Pañuelo ya de muchos llantos. Paradoja de sonrisas que acabarán aliviando entre estas sombras mi carcelario letargo. Custodio de añoranzas y momentáneos recuerdos en lamentos fríos, tensos… tan callados.
Cumbre cuesta arriba y cuesta debajo de intenciones a corto plazo, impresas tal vez algunas... ya en papel mojado. Narrador de ilusiones renovadas. Visionario de cálidas sutilezas acariciadas de lejos, de cerca, incluso en sueños… Tú, de tentadoras miradas ermitaño guardián.
Mereces mi desencanto por tu cruel y osado afán de marcar con infortunio tu desaliñado acecho; y contrarrestar con versos la desdicha si te vas. Si me guardas esperanzas… quiero poderlas tocar, en cuanto te deje estar.

lunes, 30 de enero de 2006

El porqué de la caracola

foto: E.G.

(Para mi hermandad de introspectivas mentes metafóricas, siempre despiertas)

Hoy entiendo por qué me gustan las tardes lluviosas. Por qué mi existencia prefiere ciertos lugares húmedos y recónditos. Por qué camino despacio, sin a la vez dar un paso. Por qué paro cuando no debo. Por qué no corro. Por qué espero. Por qué voy dejando huellas donde jamás quise estar. Por qué miro atrás, si nunca volveré. Por qué sigo adelante, si bien no sé a dónde voy. Y… por qué no parar, si no hay meta que al final me ampare.

Por qué voy buscando el camino, si yo misma lo trazo. Por qué sortear sus piedras, si otras más quietas frenarán mi tórrida andadura. Por qué intento levantarme, si caer más abajo no puedo.

Por qué me arrastro mendigándole al tiempo el que me falta y desprecio el poco que tengo. Por qué sujeto mi caparazón con tanta fuerza, si debajo no cabe todo mi desconsuelo, ni la mitad de mi júbilo repentino. Por qué a menudo me escondo, si más frágil me vuelvo estando ciega. Por qué lloro, si no tengo pena.

Hoy entiendo… el porqué de mi pálido y solitario silencio. El porqué de los surcos de la espiral de mi cuerpo... Por qué no entenderlo, si poder quiero.

viernes, 20 de enero de 2006

La juventud que nunca se pierde

Partículas de cosmos campando a sus anchas un sábado por la noche - foto: E.G.


“Tus ojos tienen la juventud que nunca se pierde”. Es tu mirada. La mirada que jamás me cansaría de admirar; de perseguir; de acariciar con un guiño. Mirada de niñez vivaracha y brillo adolescente. De adulta inquietud que, saboreando ferviente e inocentemente el tiempo, se volverá imperecedera entre todas las demás.
Invisibles son tus destellos de partícula de cosmos a los ojos del que, quiere ver pretendiendo indagar o indaga pretendiendo ver. Sin embargo, omnipresentes son para mí en cada gesto, cada intención, en cada ilusión y alusión a algún secreto callado que… me brindas en un parpadeo. Después, te presiento vulnerable. Pero descuida, a buen recaudo guardaré este tesoro, que no hubo nadie que más rico y sereno se sintiera después de haberlo tenido todo.
Permíteme quedarme con algo tuyo; que quiero vivir, que quiero aprender, que quiero reír, que quiero llorar contigo y devorar cada instante que nos brinden los días venideros. Que rendiremos homenaje a aquellos pobres que llenaron de arrugas su alma a la par que su cuerpo. A aquellos que “crecieron”, en el sentido más inservible y degradante de la palabra.
¡Ah! y no dejes de mirarme, que tengo que alimentarme. Hoy, mañana, pasado… más bien siempre; que yo también quiero tener en los ojos… “la juventud que nunca se pierde”.

martes, 10 de enero de 2006

De viaje

Vista de Sierra Nevada - foto: E.G.


Yo también volveré a mis orígenes. Cambiaré el mundanal ruido por el silencio, por mi silencio. Mientras tanto, seguiré devorando estas "vacaciones" de forma exhaustiva.

Disfruto del viaje, aprendiendo la oculta y subjetiva sabiduría que no muestran los libros. La ya tan mencionada verdad suprema de nuestra existencia. El porqué del amor, la risa, el llanto… Buscaré la manera de saborear cada dentellada que dé en el tiempo, apaciguando la desdicha y la momentánea ira que esta pueda ocasionarme. Entremezclaré la miel y la hiel de mí misma, para aprovechar cada paso dado y por dar.

No dejaré de volver atrás con un aroma, de agradecerle al reciente amanecer su luz, de llorar porque sí, de regalar sonrisas pasajeras con y sin trasfondo alguno, de acariciar lo inalcanzable y adorar lo cotidiano. Demostraré la suavidad de la más ruda aspereza, con sutilidad y sin prisas; que las causas se pierden por cruel e inconsciente abandono, al final hiriente.

A mil escritos voy dando vida, porque escribo y mi mente libera el cansancio del camino andado. Reconstituyente tras añoranzas y otros pesares que, me acompañan día y noche en el trayecto. Poseo también ciertas alegrías a buen recaudo, que a menudo y afortunadamente, llenan mis estancias de música y poesía.

Soy osada en mi osadía y pido tiempo para seguir descubriendo, para apreciar, para seguir aprendiendo, para saber dar, para saber darme, para aprender del amor y conocer el odio sin mancharme. Tiempo para que mi alma se curta entera antes de hacer las maletas; que llenas de templanza me las quisiera llevar.