viernes, 10 de noviembre de 2006

A menudo, como siempre...

A menudo, me pregunto cuántas historias te dejaste por contarme, mujer de ojos inquietantes. Cuántas tardes de invierno me perdí a la orilla de tu cálido fuego. Tras tu puerta cerrada se quedaron bellos pasajes de mi niñez, mi adolescencia y juventud; siempre rodeada de sabios consejos y sosiego familiar. De tradiciones gastronómicas y festivas que repicaban casi todos los veranos y todas las Navidades en tus ventanas con rejas de antiguo hierro forjado.

Tu ausencia se vuelve ténue en cada recuerdo que llega en tu nombre, pues fueron tus manos secas y cansadas las que antaño surgieron tersas y fuertes para labrar parte de nuestro presente. Rememorar tu lucha a través de los años... nos hace sentirte cerca, velando por nosotros; como siempre.