viernes, 20 de enero de 2006

La juventud que nunca se pierde

Partículas de cosmos campando a sus anchas un sábado por la noche - foto: E.G.


“Tus ojos tienen la juventud que nunca se pierde”. Es tu mirada. La mirada que jamás me cansaría de admirar; de perseguir; de acariciar con un guiño. Mirada de niñez vivaracha y brillo adolescente. De adulta inquietud que, saboreando ferviente e inocentemente el tiempo, se volverá imperecedera entre todas las demás.
Invisibles son tus destellos de partícula de cosmos a los ojos del que, quiere ver pretendiendo indagar o indaga pretendiendo ver. Sin embargo, omnipresentes son para mí en cada gesto, cada intención, en cada ilusión y alusión a algún secreto callado que… me brindas en un parpadeo. Después, te presiento vulnerable. Pero descuida, a buen recaudo guardaré este tesoro, que no hubo nadie que más rico y sereno se sintiera después de haberlo tenido todo.
Permíteme quedarme con algo tuyo; que quiero vivir, que quiero aprender, que quiero reír, que quiero llorar contigo y devorar cada instante que nos brinden los días venideros. Que rendiremos homenaje a aquellos pobres que llenaron de arrugas su alma a la par que su cuerpo. A aquellos que “crecieron”, en el sentido más inservible y degradante de la palabra.
¡Ah! y no dejes de mirarme, que tengo que alimentarme. Hoy, mañana, pasado… más bien siempre; que yo también quiero tener en los ojos… “la juventud que nunca se pierde”.

No hay comentarios: