lunes, 30 de enero de 2006

El porqué de la caracola

foto: E.G.

(Para mi hermandad de introspectivas mentes metafóricas, siempre despiertas)

Hoy entiendo por qué me gustan las tardes lluviosas. Por qué mi existencia prefiere ciertos lugares húmedos y recónditos. Por qué camino despacio, sin a la vez dar un paso. Por qué paro cuando no debo. Por qué no corro. Por qué espero. Por qué voy dejando huellas donde jamás quise estar. Por qué miro atrás, si nunca volveré. Por qué sigo adelante, si bien no sé a dónde voy. Y… por qué no parar, si no hay meta que al final me ampare.

Por qué voy buscando el camino, si yo misma lo trazo. Por qué sortear sus piedras, si otras más quietas frenarán mi tórrida andadura. Por qué intento levantarme, si caer más abajo no puedo.

Por qué me arrastro mendigándole al tiempo el que me falta y desprecio el poco que tengo. Por qué sujeto mi caparazón con tanta fuerza, si debajo no cabe todo mi desconsuelo, ni la mitad de mi júbilo repentino. Por qué a menudo me escondo, si más frágil me vuelvo estando ciega. Por qué lloro, si no tengo pena.

Hoy entiendo… el porqué de mi pálido y solitario silencio. El porqué de los surcos de la espiral de mi cuerpo... Por qué no entenderlo, si poder quiero.

viernes, 20 de enero de 2006

La juventud que nunca se pierde

Partículas de cosmos campando a sus anchas un sábado por la noche - foto: E.G.


“Tus ojos tienen la juventud que nunca se pierde”. Es tu mirada. La mirada que jamás me cansaría de admirar; de perseguir; de acariciar con un guiño. Mirada de niñez vivaracha y brillo adolescente. De adulta inquietud que, saboreando ferviente e inocentemente el tiempo, se volverá imperecedera entre todas las demás.
Invisibles son tus destellos de partícula de cosmos a los ojos del que, quiere ver pretendiendo indagar o indaga pretendiendo ver. Sin embargo, omnipresentes son para mí en cada gesto, cada intención, en cada ilusión y alusión a algún secreto callado que… me brindas en un parpadeo. Después, te presiento vulnerable. Pero descuida, a buen recaudo guardaré este tesoro, que no hubo nadie que más rico y sereno se sintiera después de haberlo tenido todo.
Permíteme quedarme con algo tuyo; que quiero vivir, que quiero aprender, que quiero reír, que quiero llorar contigo y devorar cada instante que nos brinden los días venideros. Que rendiremos homenaje a aquellos pobres que llenaron de arrugas su alma a la par que su cuerpo. A aquellos que “crecieron”, en el sentido más inservible y degradante de la palabra.
¡Ah! y no dejes de mirarme, que tengo que alimentarme. Hoy, mañana, pasado… más bien siempre; que yo también quiero tener en los ojos… “la juventud que nunca se pierde”.

martes, 10 de enero de 2006

De viaje

Vista de Sierra Nevada - foto: E.G.


Yo también volveré a mis orígenes. Cambiaré el mundanal ruido por el silencio, por mi silencio. Mientras tanto, seguiré devorando estas "vacaciones" de forma exhaustiva.

Disfruto del viaje, aprendiendo la oculta y subjetiva sabiduría que no muestran los libros. La ya tan mencionada verdad suprema de nuestra existencia. El porqué del amor, la risa, el llanto… Buscaré la manera de saborear cada dentellada que dé en el tiempo, apaciguando la desdicha y la momentánea ira que esta pueda ocasionarme. Entremezclaré la miel y la hiel de mí misma, para aprovechar cada paso dado y por dar.

No dejaré de volver atrás con un aroma, de agradecerle al reciente amanecer su luz, de llorar porque sí, de regalar sonrisas pasajeras con y sin trasfondo alguno, de acariciar lo inalcanzable y adorar lo cotidiano. Demostraré la suavidad de la más ruda aspereza, con sutilidad y sin prisas; que las causas se pierden por cruel e inconsciente abandono, al final hiriente.

A mil escritos voy dando vida, porque escribo y mi mente libera el cansancio del camino andado. Reconstituyente tras añoranzas y otros pesares que, me acompañan día y noche en el trayecto. Poseo también ciertas alegrías a buen recaudo, que a menudo y afortunadamente, llenan mis estancias de música y poesía.

Soy osada en mi osadía y pido tiempo para seguir descubriendo, para apreciar, para seguir aprendiendo, para saber dar, para saber darme, para aprender del amor y conocer el odio sin mancharme. Tiempo para que mi alma se curta entera antes de hacer las maletas; que llenas de templanza me las quisiera llevar.