jueves, 20 de diciembre de 2007

Espíritu Navideño... (allá donde estés)

Recuerdo que, en aquellos primeros años, siempre te dejabas por poner en el árbol navideño la estrella. La guardabas para mí, para que yo la colocara; porque si llegaba y estaba ya puesta, me las apañaba para quitarla y volverla a poner a mi aire. "La Navidad es odiosa, pero es por los chicos. Por conservarles la ilusión". Y así abrías de nuevo las puertas de tu casa para toda la familia, un año más.
En aquellas épocas hacía tanto frío como ahora (aunque entonces lo del cambio climático y sus desastrosos desvaríos no estaban tan a la orden del día). Entonces me resultaba muy divertido preparar la leña para la chimenea y llenar la casa de ramas secas, pues yo siempre iba a por los troncos más grandes y tenía que arrastrarlos desde el patío hasta el interior de aquella pequeña sala de estar abierta. Recuerdo con añoranza aquellas dos viejas alacenas de antigua madera trabajada que poseía aquel habitáculo y que arropaban nuestras meriendas de invierno. Me encantaba ver como organizabas aquel fuego vigoroso con tus propias manos sin quemarte. Era verdaderamente hipnotizante, y aún hoy, ciertamente inexplicable.
Fueron tiempos de feliz infancia, amparada en un seno familiar lleno de cariño. Afortunadamente, muchos años más tarde, aquella misma chimenea seguía alumbrando charlas de atardeceres sosegados con su luz y su calor natural. Mientras todos percibíamos que tu energía se desvanecía poco a poco, intentábamos empaparnos de tu forma desenfadada de ver la vida a tus años; siempre tan característicamente irónica y dulcemente crítica con casi todo.
Aún así, yo como tú, soy antinavideña. Pero supongo que ando buscando el testigo que dejaste un poco cogaldo en tu puerta. Sí, ese don de entusiasmo que posea la hermosa responsabilidad de empaparnos de ilusión y sentido familiar a los que vamos quedando. Que al menos, haya un motivo para reunirnos, compartir charlas, comida, buen vino, música, risas... y podamos mirarnos a los ojos; olvidar lo malo recordando lo bueno y sembrar el futuro inmediato de cercanía, sinceridad y amor.

jueves, 6 de diciembre de 2007

destellos de miel

foto: E.G.

Es el puñal de tus pupilas el que más me duele. El que se clava directamente en mi alma y me dice sin palabras lo que en ella se oculta, lo que en ella se trama. El que muestra mis dolencias, por si aún no dolían lo suficiente. Y así me arropa, con su filo espectral, que también da tristeza cuando se propone reflejar lo que aparento realmente. Pero mejor labrar mi fría imagen en tus retinas, que postrarme ante la indiferencia que osa ignorar mi yo real. Pues así al menos tendré la certeza de verme cuando te mire otra vez, de saber quien soy si tú me lo enseñas en tus destellos de miel.