Ay, Marisma... Qué recuerdos me propinas en mi paseo ancestral, refrescas con tus aromas de siembra, mi corazón de humedal. Sigo viendo que tus sendas, aún quieren besar el mar: ¡Menuda gesta valiente! en esta odisea ardiente de moderno caminar.
Ay, Marisma... Que el tiempo no pasa en vano. De vanos y egoístas profanos llegaron a ser tus turbas. Y donde crecía vida, ellos plantaron columnas de viviendas no habitadas. Que barata se vende siempre esa tierra que nos ama.
Ay, Marisma... Que sigue abierta tu herida, sé que sangras embarrada entre largas avenidas. Y aún así, rebosas vida en cada brecha tardía y al anochecer se escuchan los ecos de tu agonía.