domingo, 26 de febrero de 2006

De mar y sueños

Hoy te soñé, tan risueño y rebelde como siempre. Reconozco que hace un tiempo que te evito, y es que ni el recuerdo más alentador ofrece darme cobijo y arrebatar causa y motivo de mi desconsuelo. Temo el recreo en el tiempo, porque tan poco fue el que te dediqué… que resiento lo que siento no haber sentido a tu lado. Las palabras no pronunciadas, la mano no tendida, la atención jamás prestada, los abrazos nunca dados… son ahora injustos jueces de mi conciencia; que aunque tranquila y serena, marcada por tu ausencia se rasga la envoltura de una paciente, sencilla e incluso, vulgar apariencia que… cree saber qué hacer, decir y sentir a ciencia cierta.

Juegos, sol, niñez, playa, fugaz adolescencia. Vieja juventud vivida, de cordura tal vez tardía. Norte perdido sin el sur como guía. Faro de luz fundida, de barco sin velas, ni ruta, ni partida siquiera. Nómada solitario, que a todas horas abres en el mar estría. Es tu viaje ahora otra constante, empeñada… y ya eterna huída. Tú timoneas, como estratega buscador sorteando turbulencias, esta vez lejos de los amarres que antaño te distraían de tus amadas carencias. ¡Ay, Soñador, que sigues soñando que sueñas, colándote en mis esferas de sosiego y mundana advertencia!

¿Sabes? Te quise, te quiero. ¿Qué más me guardé en mi retablo de egoísmo y desatino pasajero? Dime, cuenta, habla, contempla… muestra respuesta, que la requieren mis terrenales maneras. Abre esta noche la puerta y cuando llegues reposa la travesía, que pienso repicar al verte palmas de alegría. Te miraré de frente, dulce y tranquilamente; que ya nada te escondo, no puedo, no quiero... jamás pretendí hacerlo. A cambio, mi súplica: manda la paz que te sobra, que de sobra sabes que falta y se añora. Tu recompensa: risas en tu memoria. Amor como escapatoria a tanto verso llorado, soneto incierto… a menudo dolorido por tu desconcertante y repentino silencio.

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